Page 197 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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irritado, propinando un empellón al constructo, que
cayó al suelo—. Todos tenemos algo de cuerda en lo
tocante a molestias, pero te has pasado.
— ¡Muy bien! —Isaac lanzó los brazos al aire y miró
lentamente a su alrededor—. Supongo que infravaloré
las capacidades de Lemuel para realizar su trabajo —
dijo, arrepentido.
Toda la plataforma, que circunscribía el almacén,
estaba atestada de jaulas llenas de bichos aleteantes y
chillones. El lugar estaba inundado por los sonidos del
aire desplazado, de los aleteos y batidos repentinos, del
goteo de heces de los animales y, por encima de todos
ellos, el del constante chirrido de los pájaros cautivos.
Palomas, gorriones y estorninos mostraban su
desencanto con arrullos y trinos: débiles por sí mismos,
pero un coro agudo y rechinante en masse. Los loros y
canarios puntuaban la cháchara animal con
exclamaciones insoportables que hacían a Isaac apretar
los dientes. Gansos, pollos y patos sumaban un aire
rústico a la cacofonía. Las aspis revoloteaban las
pequeñas distancias que permitían sus jaulas y
golpeaban con sus cuerpos de reptil los límites de su
confinamiento. Lamían las heridas con sus diminutos y
serios rostros de león, y rugían como ratones agresivos.
Enormes tanques transparentes de moscas, abejas,
avispas, mariposas y escarabajos voladores sonaban
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