Page 663 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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poder  enloquecido.  A  través  de  los  ululos  y  los  aullidos

            desesperados de dolor, el furiach‐yajh‐hett trazaba círculos de

            felicidad.




                Y  entonces  se  cansó  y  se  desplazó  por  los  pliegues  de

            materia, fuera del almacén.


                A otro espacio.

                Cerré los ojos.


                Me moví en una dirección de cuya existencia nunca había

            sospechado.  Sentí  el  tobogán  hormigueante  de  aquella

            multitud  de  piernas  mientras  el  loco  dios  danzante  se


            desplazaba  sobre  poderosas  hebras  de  fuerza.  Corría  por

            oscuros ángulos de la realidad, con todos nosotros colgando


            debajo.  Mi  estómago  dio  un  vuelco,  y  me  sentí  apresado,

            obstaculizado por el tejido del mundo. Me picaba la piel en

            aquel plano alienígena.


                Durante un instante, la enajenación del dios me infectó.

            Durante un instante, la avaricia del saber olvidó su lugar y

            exigió ser saciada. Durante una fracción de tiempo, abrí los


            ojos.

                Durante un aliento terrible, eterno, vislumbré la realidad

            a través de la que bregaba el loco dios danzante.


                Los ojos me picaron y se humedecieron como si estuvieran

            a punto de estallar, como si fueran afligidos por un millar de


            tormentas  de  arena.  No  podían  asimilarlo  que  había  ante

            ellos. Mis pobres orbes trataban de ver lo que no era posible




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