Page 664 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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ver. No contemplé más que una fracción, el filo de un aspecto.
Vi, o creí ver, o me convencí de que vi, una vastedad que
empequeñecía el cielo de cualquier desierto, una gigantesca
grieta de proporciones titánicas. Gemí, y oía los demás
hacerlo propio a mi alrededor. Extendida sobre la vacuidad,
alejándose de nosotros en todas direcciones con cavernosas
perspectivas, abarcando vidas y enormidades con cada
escabroso nudo de sustancia metafísica, había una telaraña.
Su materia me era conocida.
La reptante infinidad de colores, el caos de texturas que
impregnaba cada hebra de aquel tapiz de complejidad
eterna... cada uno resonaba bajo el paso del loco dios
danzante, vibrando y enviando pequeños ecos de valor, o
hambre, o arquitectura, o argumento, o col o asesinato u
hormigón a través del éter. La trama de motivaciones del
estornino conectaba la espesa, pegajosa cuerda de la risa de
un joven ladrón. Las fibras se extendían tensas y sólidamente
pegadas a un tercer cabo, su seda compuesta por el ángulo de
siete arbotantes de la cubierta de la catedral. La trenza
desaparecía en la enormidad de posibles espacios.
Cada intención, interacción, motivación, cada color, cada
cuerpo, cada acción y reacción, cada pedazo de realidad física
y los pensamientos por ella engendrados, cada conexión
realizada, cada mínimo momento de historia y potencialidad,
cada dolor de muelas y cada losa, cada emoción y nacimiento
y billete de banco, cada posible cosa en toda la eternidad está
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