Page 764 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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hacer. Vamos a ayudarla.

                Isaac  no  oyó  su  propio  alarido  ultrajado.  Un

            constructo se acercó y encendió la máquina. El casco


            vibró y zumbó con tal fuerza que le dolieron los oídos.

                Las ondas de la impronta mental de Isaac pulsaron

            hacia la noche. Atravesaron el pellejo maligno de los


            malos sueños que atoraban los poros de la ciudad y

            salieron disparados hacia la atmósfera.


                La  nariz  de  Isaac  comenzó  a  sangrar.  Le  dolía  la

            cabeza.




                Cientos de metros sobre la ciudad, los manecros se

            congregaban  en  el  Prado  del  Señor.  Los  izquierdos


            rastreaban  con  cuidado  la  estela  psíquica  de  las

            polillas.

                ya rápido ataque antes de sospecha, urgía uno pugnaz.


                prisa precaución, intimaba otro, rastrear con cuidado y

            seguir hallar nido.

                Disputaban con rapidez, en silencio. El pentavirato


            de derechos flotaba colgado en el aire, con un noble

            izquierdo  cada  uno.  Los  primeros  guardaban  un

            silencio respetuoso mientras los segundos debatían la


            táctica.

                ya lento, aceptaron. Con la excepción del perro, todos


            alzaron  el  brazo  de  sus  anfitriones,  apuntando  con

            cuidado la pistola. Avanzaron lentamente por el aire,




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