Page 868 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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ellos dos enormes mangos que sobresalían de la
máquina lumínica, con los que giraba y retorcía el
aparato para dirigir el astil luminoso.
La luz rugió sobre una zona del cristal de la cúpula y
fue después desplazada a otra posición, al principio al
azar, hasta clavarse en la impaciente polilla, que ya
alcanzaba los paneles rotos.
El ser volvió sus cuencas astadas hacia la luz,
siseando monstruosa.
Yagharek oyó gritos de los cactos en el zigurat, una
lengua que le era familiar. Era una aleación, un híbrido
bastardo de palabras que había oído por última vez en
Shankell junto con el ragamol de Nueva Crobuzon y
otras influencias que no alcanzaba a reconocer. Como
gladiador de la ciudad del desierto, había aprendido
algo de la lengua de los apostadores cactos. Las
formulaciones que oía ahora eran extrañas, caducas y
corrompidas con dialectos alienígenas, pero casi
comprensibles para él.
— ¡...allí! —oyó, y alguien movió la luz. Entonces,
mientras la polilla se retiraba del cristal para alejarse de
la luz, distinguió con claridad—: ¡Está viniendo!
El monstruo había descendido fácilmente fuera del
alcance de la enorme antorcha, cuyo haz oscilaba
dementado como el farol de un loco, mientras los
cactos trataban de apuntarlo en la dirección correcta.
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