Page 994 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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de  trabajo.  Oí  sus  órdenes  al  llegar  aquí  —su  voz

            sonaba  bastante  normal.  El  tono  era  seco  pero

            despreocupado. Nada de celos. Parecía un trabajador


            quejándose  filosóficamente  por  la  pretensión  de  la

            dirección de la empresa de que trabajara horas extra sin

            cobrar.


                Pero  cuando  Derkhan,  resollando  a  causa  del

            esfuerzo,  empezó  a  preguntar  más  («  ¿Cada  cuánto


            tiempo  os  reunís?  ¿Qué  otras  cosas  os  pide  que

            hagáis?»),  la  miró  con  miedo  y  suspicacia  y  sus

            respuestas se tornaron monosílabos, luego gestos de la


            cabeza y luego, rápidamente, nada en absoluto.

                Derkhan también guardó silencio. Se concentró en


            cargar con el enorme cable.



                Los vertederos se extendían sin orden ni concierto


            hasta  la  misma  orilla  del  río.  En  torno  al  Meandro

            Griss,  las  riberas  eran  paredes  verticales  de  ladrillos

            resbaladizos  que  se  alzaban  desde  las  negras  aguas.


            Cuando el río bajaba crecido, no más de un metro de la

            desmoronada arcilla prevenía una inundación. En las

            demás ocasiones, había casi hasta tres metros entre el


            borde del dique y la superficie agitada del Alquitrán.

                Desde  el  borde  de  los  ladrillos  mellados  se  alzaba


            una valla de hierro y maderos y hormigón, construida

            años atrás para contener a los vertederos en su infancia.




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