Page 780 - Herederos del tiempo - Adrian Tchaikovsky
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Holsten nunca llegó a saber qué era lo que Vitas


              sentía, y esta no pronunció más palabras. Incluso


              por encima de los gritos de la mujer, oyeron el

              estallido del cristal cuando las arañas penetraron


              en su cámara de pruebas.



              Entonces la voz de Vitas se cortó abruptamente,


              reducida a una estremecedora exhalación. Lain y

              Holsten  se  miraron  el  uno  al  otro,  sin  que


              ninguno encontrase mucho que decir que sonase


              esperanzador.



              —Alpash  —intentó  el  clasicista—.  Alpash,

              ¿puedes informar?



              No hubo respuesta de Alpash. O el emboscador


              había  resultado  emboscado,  o  la  radio  ya  no


              funcionaba.  Como  todo  lo  demás,  como  su

              defensa  de  la  propia  nave,  se  estaba  haciendo


              pedazos.



              Las  luces  se  estaban  apagando  por  toda  la


              Gilgamesh, una por una. Las zonas seguras que

              Lain había designado eran asaltadas con idéntica


              rapidez,  o  no  eran  tan  seguras  como  los


              ordenadores  habían  predicho.  Cada  banda  de

              defensores libró su última batalla, y el número de


              arañas a bordo de la nave solo aumentó, al igual


              que su confianza en sí mismas.



              Y  en  la  bodega,  los  centenares  de  miles  que

              constituían el resto de la especie humana seguían


              durmiendo, sin saber que la batalla por su futuro







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