Page 322 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
P. 322

Sólo sabía que si se quedaba en la Tierra pasaría a


           ser  el  esclavo  de  un  montón  de  cosas  que


           zumbaban, roncaban, silbaban y emitían nubes de

           humo  y  malos  olores.  Y  en  seis  meses  sería  el


           propietario de una úlcera rosada, grande y sensible;


           una  presión  arterial  de  dimensiones  algebraicas;


           una miopía próxima a la ceguera, y unas pesadillas


           profundas como océanos e infectadas de intestinos

           de increíble longitud a través de los cuales tendría


           que  abrirse  paso  a  la  fuerza  durante  todas  las


           noches. No, no.



           Ettil observó los rostros alucinados de los terrestres

           que desfilaban en sus ataúdes mecánicos. Pronto…


           sí, muy pronto, inventarían un auto con seis asas de


           bronce.



           —Eh, usted.



           La bocina de un auto. El largo féretro de un coche,

           negro y siniestro, se acercó a la acera. Un hombre se


           asomó a la ventanilla.



           —¿Es usted marciano?



           —Sí.



           —Justo  el  hombre  que  busco.  Suba,  rápido…  La

           gran ocasión de su vida. Suba. Iremos a hablar a un


           lugar tranquilo. Vamos, suba, no se quede ahí.



           Como hipnotizado, Ettil abrió la puerta y entró en


           el coche. El coche se alejó.










                                                                                                          321
   317   318   319   320   321   322   323   324   325   326   327