Page 15 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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peso y de si llevaba o no ropas aerodinámicas. A


              Bud le gustaba llevar ropas ceñidas de cuero para


              marcar  los  músculos.  En  una  visita  anterior  a  la


              modería, dos años atrás, había pagado para que le


              implantasen un montón de ʹsitos en los músculos:


              pequeños  bichos,  demasiado  pequeños  para


              detectarlos,  que  estimulaban  eléctricamente  las


              fibras musculares de Bud con un programa que se


              suponía maximizaba el volumen. En combinación


              con la bomba de testosterona insertada en el brazo,


              era como entrenar en un gimnasio día y noche, sólo


              que nunca tenía que hacer nada y no sudaba. El


              único  inconveniente  era  que  el  montón  de


              pequeños                pinchazos                 le       volvían             tenso           y


              predispuesto                   a       los         espasmos.                 Se        había


              acostumbrado, pero todavía le causaban una cierta


              inestabilidad cuando iba en patines, especialmente


              cuando corría a cien kilómetros por hora por una


              calle  repleta.  Pero  pocos  se  metían  con  Bud,


              incluso cuando los derribaba en la calle, y después


              de hoy nadie se volvería a meter con él nunca más.








                 Bud había terminado, sorprendentemente sin un


              arañazo, su último trabajo —cebo— con unos mil


              yuks en el bolsillo. Se había gastado un tercio en


              ropas  nuevas,  en  su  mayoría  cuero  negro,  otro


              tercio en los patines, y estaba a punto de gastarse



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