Page 335 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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Cuando uno se encuentra ratas muertas en su
propio patio, tiene la posibilidad de apartarse con asco
de los cadáveres, y, también, de compadecerse de los
pobres animalillos. Pero también puede ser que
reconozca los indicios de una inminente epidemia de
peste. Hasta aquel entonces, cuando leía el periódico o
escuchaba la radio, se había dado el caso de que sintiera
compasión por los mexicanos, o, también, de que
pasara página, incapaz de compartir tres semanas de
excavaciones con las fuerzas de salvamento en las
arenas de la costa de Java, para sacar cadáveres
hinchados y mutilados de nativos y turistas.
Sin la ayuda del explorador que me hablaba desde
la crónica española no habría tenido nunca por mí
mismo la idea de unir los ecos del terremoto pakistaní,
las inundaciones asiáticas, los tornados
estadounidenses y las inundaciones mexicanas en el
preludio del concierto de trompetas del Apocalipsis.
Me había llevado un tiempo, pero por fin sabía cómo
ordenar las noticias y comportarme de manera acorde
con ellas. Pero ¿no sería demasiado tarde?
Súbitamente me di cuenta: aun cuando me
hubieran elegido para suceder al anónimo conquistador
español y recibir de sus manos el conocimiento sobre
las profecías de los mayas, no tendría ninguna
posibilidad de transmitirlo a las generaciones
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