Page 630 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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más viejo, hasta que simule mi muerte… ¿Después qué?

           ¿Quién sabe? Preguntaré. Quizá simplemente comience


           de nuevo en algún otro sitio: exempli gratia, el Bonn o la

           Heidelberg posnapoleónicos.



                 Se sentía obligado a ser hospitalario con los agentes

           de campo que lo informaban en persona. Por quinta vez


           en  mi  línea  vital  hasta  entonces,  él  y  yo  tomamos  un

           pantagruélico almuerzo al que siguieron una siesta y un

           paseo por Unter den Linden. Regresamos a su casa en el

           crepúsculo del estío. De los árboles emanaban fragancias,


           los vehículos tirados por caballos traqueteaban al pasar,

           los caballeros se levantaban el sombrero al cruzarse con

           damas  conocidas,  un  ruiseñor  cantaba  en  un  jardín  de


           rosas.  Ocasionalmente  pasaba  un  oficial  prusiano  de

           uniforme,  pero  era  evidente  que  sus  hombros  no

           soportaban la carga del futuro.



                 La  casa  era  espaciosa,  aunque  los  libros  y  los

           cachivaches tendían a ocultar ese hecho. Ganz me llevó


           hasta  la  biblioteca  y  llamó  a  una  doncella,  que  entró

           rápidamente  con  un  vestido  negro  y  una  cofia  y  un

           delantal blancos.



                 —Tomaremos café y pastel —indicó—. Y, sí, pon en


           la bandeja una botella de coñac, con vasos. Después no

           queremos ser molestados.

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