Page 5 - Limbo - Bernard Wolfe
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consulado de Inglaterra en aquella ciudad).



                  Sabía  que  no  podía  exigirse  demasiado  a  sí


            mismo               («Cuidado»,                   le       había            prevenido


            francamente  el  doctor  Martine.  «Nada  de


            esfuerzos excesivos, o de lo contrario: prognosis



            desfavorable»), pero no iba a permitirse el perder


            el  tiempo  en  un  auténtico  descanso  y  mucho


            menos  volver  atrás.  De  sus  nudosos  hombros


            colgaba  el  único  atuendo  nativo  del  que  podía


            enorgullecerse por el momento, una túnica suelta


            hecha  de  corteza  tundida  decorada  con  franjas


            alternativas de periquitos y flores de cacao; se la


            subió hasta las rodillas y prosiguió su marcha por


            entre la maleza, en una especie de ballet artrítico.



                  La  jungla  era  ruidosa  hoy,  agitada  como  un


            insomne (últimamente había sufrido insomnio, el


            doctor  Martine  lo  había  estado  tratando  al


            respecto); las frondas rozaban unas contra otras,



            los  árboles  crujían,  los  pájaros  mynah  chillaban


            obscenidades nasales al sol, los titíes parloteaban


            en  falsete.  Desaprobó  este  ordenamiento  de


            sonidos,  era  sintomático  de  hipertiroidismo,


            hipertensión,  hipertonía.  Frunció  el  ceño  ante


            tamaña tensión, tanto en la Naturaleza como en él


            mismo. Mejor ser como los lentos loris, párpados


            de plomo, músculos de tapioca. Últimamente, sin



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