Page 9 - Limbo - Bernard Wolfe
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busca de barcos. Sería un suicidio, lo sabía muy



            bien,  para  marineros  no  familiarizados  con


            aquellas  aguas  el  intentar  un  desembarco  en


            cualquier lugar de las costas de la isla debido a los


            traicioneros  arrecifes  y  a  los  escollos  de  bordes


            afilados como navajas que apenas sobresalían por


            entre  las  rompientes.  Sin  embargo,  miró.  Los


            barcos podían llevar aviones. Era posible en estos



            días  que  los  extranjeros  llegaran  tanto  por  aire


            como por mar. El doctor Martine había llegado


            por aire.


                  ¿Era un barco aquello que veía, aquella mota


            en el horizonte más allá del cual estaban Mauricio


            y  Reunión  y  Madagascar  (lugares  que  había



            entrevisto tan sólo a diez mil metros de altura, en


            viajes  de  exploración  en  el  avión  de  Martine)?


            ¿Allí  en  la  dirección  de  las  olvidadas  rutas


            comerciales que antiguamente habían cortado en


            todas  direcciones  aquel  viejo  océano  sin


            tonicidad? ¿Muy lejos hacia el oeste donde, si uno


            viajaba el tiempo suficiente, llegaba finalmente a



            África,  cuyas  desmoronadas  ciudades  estaban


            llenas con fabulosos pañuelos de seda y gorras de


            tenis, fajas y sombreros de copa y zapatillas de


            cricket,             incluso             cajas           de         penicilina                y


            electroencefalógrafos, pero ni una sola persona?



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