Page 8 - Limbo - Bernard Wolfe
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ojos en el doctor Martine. Mirando hacia abajo
por encima de la alfombra de hojas pinadas
trenzadas por las copas de las rafias, podía ver los
dentados riscos que formaban el perímetro de la
isla —isla que por algún milagro, solía decir
Martine, nunca había sido catalogada en ningún
mapa por ningún cartógrafo— y las
resplandecientes aguas del océano Indico más
allá. El cielo no mostraba ni rastro de nubes, un
impoluto e impermeable azul... «tan
deslumbrante», decía a veces Martine «como el
culo de un babuíno».
Había sido un día exactamente igual a aquél,
hacía dieciocho años, mientras el sol se alzaba por
encima de Sumatra y Borneo (Martine insistía que
tales lugares existían al este: los llamaba las islas
de Oceanía), que el doctor había sido arrojado del
cielo sobre la cima de la montaña. ¿Qué otras
ominosas cargas estaba preparándose a arrojar
sobre la isla aquel vacío color cobalto hoy?
—Mañana sol y progresivo calor —se dijo a sí
mismo, aún en el idioma del doctor—. Prognosis
para tiempo, de todos modos, favorable. —
Añadió—: La prognosis. Para el tiempo. Es.
Haciendo sombra sobre sus ojos con una
huesuda mano, empezó a escrutar el océano en
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