Page 80 - Limbo - Bernard Wolfe
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después de su llegada a la isla, en la cúspide del
placer se descubrió a sí mismo susurrándole a ella
en un balbuceante mandunji, frenéticamente, en
una explosión de sensaciones. Aquello le había
proporcionado una extraña y triunfante
luminosidad. Había pensado: estoy hablándole
en su lenguaje, estoy alcanzándola, por primera
vez estoy alcanzando a una mujer. (Más tarde
especularía irónicamente sobre las ventajas que
presentaba la posesión de una mujer en el
aprendizaje de una lengua extranjera.) Después
de aquello, habían caído en un sencillo esquema
de conversación, inglés para las cosas cotidianas,
mandunji para las horas de la noche cuando no
había nada excepto una estremecida jungla
esquizoide en la que estaban enterrados,
aferrándose fuertemente el uno al otro en su
combinada soledad...
—Yo también te deseo.
Todo fácil, todo suavidad y abandono, el uno
y el otro entrelazados, fláccidos, cabalgando
suavemente. Sin esfuerzo, sin lucha, un suave
oleaje y ninguna necesidad de luchar contra las
olas. Ascendiendo, cabalgando en las crestas,
hundiéndose, siendo hundidos, con algún «ello»
metronómico arrastrando al mundo en su
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