Page 78 - Limbo - Bernard Wolfe
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rechazos; el golpe la había hecho vacilar hasta lo
más profundo de sí misma, y ahora necesitaba
restablecer su propio lastimado sentido de la
dignidad con una brutalidad idéntica a la de él.
Era horrible ser poco menos que un grifo. De
modo que no mordería el cebo sexual; debía dejar
bien sentado que no era una autómata ligada a las
ansias de él. ¿Quién era Martine para decidir
cuándo debía cerrar ella el paso a su veneno y
abrir el caudal de su calor, qué derecho tenía para
decirle cuándo debía cabalgar en la lujuria y
cuándo debía limitarse a una mera esclavitud,
quién le había dado derecho a no consultarla
siquiera? Esta tiranía emotiva la puso
miserablemente tensa, y cuando descubrió que
una parte de su cuerpo se le escapaba y respondía
a las caricias, su angustia se hizo intolerable.
—Eres un diablo, un diablo —exclamó.
Se sentó bruscamente, se giró, empezó a
puñearle. En las piernas, en los hombros, en la
caja torácica... sus puños evitando los genitales y
los ojos y las otras partes del rostro; incluso en su
rabia eligió cuidadosamente sus blancos. Sus
músculos se hinchaban, sus nervios se distendían,
aquello era lo que había necesitado durante toda
la tarde. La sensación de la obstinada carne de él
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