Page 46 - Enemigo Mío - Barry B. Longyear
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—Ae, Davidge, gavey.
Jerry cogió la concha y la puso junto al fuego. El dracón
se levantó, caminó hasta la puerta y se volvió. Sus ojos
amarillos me examinaron un instante, después bajó la
cabeza, dio media vuelta y salió. Cerré los ojos y dejé que el
calor de la hoguera me adormeciera.
Al cabo de dos días me levanté para estirar las piernas
dentro de la cabaña, y al cabo de otros dos días Jerry me
ayudó a salir fuera. La cabaña estaba situada en la cima de
una colina alargada, entre un bosque de árboles (ninguno
pasaba de cinco o seis metros). En la base de la pendiente, a
más de ocho kilómetros de la cabaña, se hallaba el mar
siempre agitado. El dracón me había llevado hasta allí.
Nuestra leal nasesay se había llenado de agua y fue
arrastrada otra vez hasta el mar poco después de que Jerry
me llevara a tierra firme. Con la cápsula se fue el resto de las
tabletas de provisiones. Los dracones son muy remilgados
con lo que comen, pero el hambre hizo que Jerry probara
finalmente la flora y la fauna locales; el hambre y el fardo
humano que se debilitaba con rapidez por falta de
alimentación. El dracón se había decidido por un tipo de raíz
rígida y dulce, una baya verde que una vez seca servía para
hacer un té aceptable, y carne de serpiente. Explorando, Jerry
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