Page 42 - El Planeta Prohibido - Stuart W J
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dispersos al azar, y luego, más allá de ellas, junto al
horizonte, las cadenas de montañas dentadas, gris‐verdoso,
por un lado y los declives suaves por el otro, probablemente
cubiertos de vegetación, refulgentes a la luz del día…
Me sobresaltó la voz de Quinn, muy cerca de mí.
—Mire esto, doctor —dijo y al volverme vi que me
alargaba un trozo de la roca azul‐grisácea—. Una formación
extraordinaria —comentó—. Más dura que el granito, pero
más liviana que la piedra pómez.
Extendí la mano para tomarla, pero no llegué a hacerlo,
porque detrás de mí se oyó la voz de Adams que gritaba:
—¡Contramaestre! ¡Alerta!… ¡Al frente, a su izquierda!
Me di vuelta y vi que Adams señalaba a la distancia, a
través del rojo desierto. Millas más lejos se veía remolinear
en dirección a nosotros una oscura nube de arena, a
velocidad tremenda. Pensé que sería efecto del viento, como
las trombas que se producen en Arizona, pero algo me decía
que no era eso.
Oí al contramaestre dando órdenes y vi que cuatro, de
los tripulantes se colocaban junto a Adams. Después de eso,
ninguno de nosotros se movió ni habló.
La nube arenosa siguió remolineando, directamente
hacia nosotros y, dentro, o quizás delante de ella, percibí
algo a lo que la luz hacía despedir destellos metálicos.
La velocidad era tan grande que, en contados segundos,
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