Page 212 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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MOSES
Desde aquella experiencia me he convencido
de que todos nosotros, sin excepción,
utilizamos los espejos para autoengañarnos.
El reflejo que allí vemos está tan bajo nuestro
control que favorecemos nuestros mejores
atributos, aunque sea inconscientemente, y
ajustamos nuestras peculiaridades a un
modelo que ni nuestros amigos más íntimos
reconocerían. Y, por supuesto, no tenemos la
obligación de vernos desde los ángulos más
desfavorables: desde la parte de atrás de la
cabeza, o con nuestra gran nariz en todo su
esplendoroso perfil.
Bien, allí tenía un reflejo que no estaba bajo
mi control, y era una experiencia inquietante.
Tenía mi altura, por supuesto: es más, me
sorprendí al darme cuenta, yo había
encogido un poco en los dieciocho años que
habían pasado. Su frente era extraña: muy
ancha, como muchos me habían dicho, sin
piedad, a lo largo de mi vida, y llena de un
pelo corto marrón como de ratón, que
todavía no había desaparecido ni
encanecido. Los ojos eran de un gris claro, la
nariz recta, la mandíbula firme; pero nunca
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