Page 233 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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brillaba cómo si las placas de vidrio fuesen
una ventana a otro mundo.
El brillo creció en intensidad, y produjo
reflejos relucientes de los tubos de ensayo y
del resto de la parafernalia del laboratorio.
Volvimos al comedor. Hacía horas que el
fuego se había apagado y la habitación
estaba fría, pero Moses no demostró haberse
percatado de mi incomodidad. Me sirvió otro
brandy, y acepté un cigarro; Nebogipfel
pidió agua: Encendí el cigarro mientras
Nebogipfel me miraba con lo que supuse era
absoluto horror. ¡Había olvidado todos sus
hábitos humanos!
—Bien, señor —dije—, ¿cuándo publicará
esos extraordinarios descubrimientos?
Moses se rascó la cabeza y se aflojó la
llamativa corbata.
—No estoy seguro —dijo con franqueza—.
Lo que tengo hasta ahora no es más que un
catálogo de observaciones anómalas, sabe, de
una sustancia de origen desconocido. Aun
así, quizás ahí fuera haya tipos más brillantes
que yo que puedan aportar algo, incluso que
puedan descubrir cómo sintetizar más
plattnerita...
—No —dijo muy enigmático Nebogipfel—.
Los medios para fabricar materiales
radiactivos no existirán hasta que pasen
varias décadas.
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