Page 331 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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Creo que a Wallis no le interesaban mucho
ese tipo de cosas. Se encogió de hombros.
—Eliot —dijo, como si eso lo explicase todo.
A continuación apareció la imagen de un
hombre mayor, agobiado por las
inquietudes, con una gran papada, un bigote
indomable, ojos cansados, orejas feas y
aspecto feroz y frustrado. Estaba sentado con
un pipa en la mano al lado de una chimenea
—estaba claro que la pipa no estaba
encendida— y comenzó a declamar con voz
frágil un comentario sobre los sucesos del
día. El tipo me era familiar, pero al principio
no logré recordarlo. No parecía estar muy
impresionado con los esfuerzos del Reich:
«... Su vasta maquinaria no puede crear ni
una gota de esa poesía de la acción que
distingue la guerra del exterminio en masa.
Es una máquina, y por lo tanto no tiene
alma.»
Nos conminó a realizar esfuerzos aún más
disciplinados. Utilizó el mito del campo
inglés:
«... verdes colinas redondeadas que se
disuelven en el azul del cielo...», y nos pidió
que imaginásemos esa escena inglesa
destruida, «para mostrar el viejo Frente
Flanders, trincheras y cráteres de bombas,
ciudades destruidas, el paisaje roto, un cielo
que vomita muerte y las caras de los niños
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