Page 546 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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Con rapidez —o eso me parecía— nacieron
varios niños en el lugar. Era normal ver a
Stubbins llevar a su hijo en hombros para
que disfrutara; y sabía que no pasaría mucho
tiempo antes de que hiciese que el niño le
diese patadas a los bivalvos como si fuesen
balones de fútbol.
Los niños eran una inmensa fuente de alegría
para la colonia. Antes de los primeros
nacimientos, varios de los colonos habían
sufrido severos ataques de depresión,
producidos por la nostalgia y la soledad.
Ahora, sin embargo, había niños de los que
ocuparse: niños que sólo conocerían Primer
Londres como hogar, y cuya prosperidad fu‐
tura proporcionaba una meta —la mayor
meta de todas— a sus padres.
Y para mí, al mirar los miembros suaves e
ilesos de los niños, mecidos entre las carnes
llenas de cicatrices de padres que todavía
eran jóvenes, era como ver que la sombra de
aquella guerra terrible se levantaba al fin,
una sombra desterrada por la luz abundante
del Paleoceno.
Sin embargo, Nebogipfel inspeccionaba a
cada recién llegado.
Finalmente, llegó un día en que no devolvió
un niño a su madre. Ese nacimiento se
convirtió en una oportunidad para la tristeza
privada, en la que el resto no nos
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