Page 544 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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se paseaban básicamente desnudos, con poco
más que trozos de piel o tela para cubrirse.
Hoy, sin embargo, vestían los restos de los
uniformes, lavados y reparados en lo posible,
y aunque era un desfile que no hubiese sido
aceptado en Aldershot, fuimos capaces de
presentarnos en un alarde de elegancia y
disciplina que yo encontré entrañable.
Subimos un tramo desigual de escaleras y
entramos en el interior oscuro del nuevo
salón.
El suelo —aunque desigual— estaba ordena‐
do y limpio, y el sol de la mañana entraba
por las ventanas sin vidrios. Me sentí
impresionado: a pesar de lo rudimentario de
la arquitectura y la construcción, el lugar
tenía una sensación de solidez, de deseo de
permanencia.
Hilary Bond se subió a un podio
improvisado con el depósito de gasolina del
coche, y dejó reposar las manos sobre los
anchos hombros de Stubbins. Su cara
destrozada, coronada por aquellos bizarros
penachos de pelo, mostraba una dignidad
simple.
Nuestra nueva colonia, declaró, quedaba
ahora fundada, y lista para recibir un
nombre: propuso llamarla Primer Londres.
Luego nos pidió que nos uniésemos a ella en
una oración. Bajé la cabeza como todos y uní
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