Page 556 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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habitual, uno de mis bailes improvisados,
que causó gran admiración e hilaridad. El
Diatryma se asó en una brocheta —la cocción
llevó casi todo el día y la tarde nos encontró
tirados en la arena con platos repletos de su‐
culenta carne.
Una vez que el sol se hundió por debajo de
los árboles, la fiesta se apagó rápidamente;
ya que la mayoría nos habíamos acostumbra‐
do a una existencia de amanecer a
crepúsculo. Dije buenas noches una última
vez y me retiré a las ruinas de mi alambique
improvisado. Me senté a la entrada del
cobertizo bebiendo lo que quedaba del licor,
y miré la sombra del bosque adentrarse en el
mar del Paleoceno. Formas oscuras corrían
por las aguas: rayas, o quizá tiburones.
Pensé en mi conversación con Nebogipfel, e
intenté aceptar la decisión que debía tomar.
Después de un rato oí pasos suaves y
desiguales en la arena.
Me volví. Era Hilary Bond —apenas podía
ver su cara con la última luz del día— y, en
cierta forma, no me sorprendió verla.
Sonrió.
—¿Puedo unirme a ti? ¿Te queda algo de ese
alcohol ilegal tuyo?
Le indiqué con un gesto que se sentase a mi
lado, y le pasé mi cáscara. La bebió con
gracia.
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