Page 561 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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Messerschmitt, recuperados por el Morlock.
Había un banco, hecho con madera de
dipterocarpo, y un pequeño panel de control
—un conjunto primitivo de botones e inte‐
rruptores— que incluía el botón azul que
Nebogipfel había recuperado del primer
coche del tiempo.
—Tengo algo de ropa para ti —dijo
Nebogipfel. Sacó botas, una camisa y
pantalones, todo en un razonable estado—.
No creo que los colonos las echen de menos.
—Gracias. —Yo llevaba pantalones cortos
hechos con piel de animales; me vestí con
rapidez.
—¿Adónde quieres ir?
Me encogí de hombros.
—A casa. 1891.
Hizo una mueca.
—Está perdido en la multiplicidad.
—Lo sé. —Entré en la estructura—. Viajemos
hacia delante, a ver qué encontramos.
Miré por última vez el mar del Paleoceno.
Pensé en Stubbins y en el Diatryma
domesticado, y en la luz del mar en la
mañana. Y supe que allí había estado muy
cerca de la felicidad, una satisfacción que me
había eludido toda la vida. Pero Hilary tenía
razón: no era suficiente.
Todavía sentía deseos del hogar; era una
llamada que me llegaba por el río del tiempo,
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