Page 517 - Hijos del dios binario - David B Gil
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la  ataraxia.  Muchos  poseen  el  don,  pero  son


           incapaces  de  desarrollarlo.  De  hecho,  no  habrá  ni


           cuarenta  en  libertad;  el  resto,  no  se  sabe  cuántos,


           trabajan al servicio de gobiernos y corporaciones.



                  —Y uno está aquí, en Marsella.


                  —Así es, y quizás esté dispuesto a ayudarnos...


           Por un módico precio, por supuesto.








                  Cuando  llegaron  al  núcleo  urbano,  cambiaron


           el coche por un taxi. Previamente, Daniel programó



           el navegador del Volkswagen para que continuara


           hacia Lyon. «Si alguien ha rastreado la matrícula a


           través  de  las  cámaras  de  tráfico  —le  explicó—,  lo


           encontrarán sin combustible en alguna cuneta. Eso


           quizás nos dé tiempo».


                  El  taxi  les  dejó  cerca  del  Puerto  Viejo.  Ni


           siquiera miraron alrededor antes de adentrarse en


           las        populosas                calles           de        Noailles.              Puestos


           ambulantes  y  tenderetes  invadían  las  aceras



           transformando  el  barrio  en  un  colorido  bazar  de


           tejidos,  frutas,  pescado  fresco  y  especias;  una


           sinfonía de aromas que a Alicia se le enredó en el


           pelo y  en  la  ropa,  recordándole  que  el  mundo  no


           tenía por qué ser tan aséptico.


                  Habría  disfrutado  de  aquel  paseo  en  otras




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