Page 512 - Hijos del dios binario - David B Gil
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vandalismo evidente que «inspiraba» a muchos de
aquellos «artistas», un puñado de esos chavales sí
gozaban de una sensibilidad social y una vocación
estética que entroncaban con el verdadero arte.
Aquellos frescos urbanos en la periferia de
Marsella habrían sido un buen ejemplo.
—¿Me puedes decir, al menos, adónde nos
dirigimos exactamente?
Daniel se tomó su tiempo para contestar.
—Vamos a ver a un amigo. Nos podrá ayudar
con lo de Samaritain.
—¿Un hacker?
—Yo no lo llamaría así.
—En Madrid dijiste que nos haría falta «algo de
brujería». ¿Él es el brujo?
—Sí, lo es.
—¿Y en qué consiste su magia?
Daniel, que rebuscaba algo entre los bolsillos de
su chaqueta, esbozó un gesto contrariado, hastiado
de tantas preguntas.
—Es complicado.
—No te preocupes, tenemos tiempo. El
navegador dice que no llegaremos hasta dentro de
treinta minutos.
Encontró por fin la cajetilla de tabaco y se llevó
un cigarrillo a la boca.
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