Page 518 - Hijos del dios binario - David B Gil
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circunstancias, pero Daniel parecía espoleado por
una súbita urgencia. Quizás no le gustaba hallarse
a la intemperie, o quizás intuía algo que ella era
incapaz de percibir; en cualquier caso, la guiaba de
la mano esquivando las zonas turísticas y optando,
cada vez que le era posible, por callejones poco
transitados. Ese contacto casual provocó en Alicia
una inesperada calidez, y se dijo que era curioso
cómo el cuerpo, incluso en una situación extrema,
continuaba respondiendo a los estímulos básicos
que habían movido siempre a los seres humanos,
como el roce de una mano ajena.
Daniel se detuvo en una angosta plazoleta
formada por la intersección de varias callejuelas.
Giró en redondo, oteando las azoteas y las
esquinas, y finalmente se encaminó hacia el edificio
más decrépito de cuantos había a la vista: una
suerte de palacete que debió de ser propiedad de
algún armador o comerciante de ultramar hasta
que el barrio comenzó a declinar. La pintura de la
fachada estaba descalichada en varios puntos,
salpicada por manchas de senectud; los
cerramientos de las ventanas se veían
descolocados, vencidos por la corrosión de las
bisagras, y los lienzos exteriores estaban
peligrosamente combados por el peso de la
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