Page 560 - Hijos del dios binario - David B Gil
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preparemos para lo que hemos de hacer esta noche.


                  Tras  decir  aquello,  tiró  de  la  sábana  como  el


           mago  que  se  dispone  a  descubrir  su  gran  truco


           final. El lienzo cayó al suelo dejando al descubierto



           lo  que  a  Alicia  le  pareció  el  desvarío  de  un


           torturador tecnófilo: un gran asiento acolchado de


           formas  curvas  que  pronto  se  desvelaba  grotesco,


           pues  estaba  erizado  de  agujas  de  inserción


           muscular  y  nodos  con  neuroreceptores  que


           colgaban  a  los  lados  como  cabellos  desgreñados.


           Era el altar de aquellos que profesaban la religión



           del  dios  binario,  el  portal  que  les  permitía


           proyectar  su  conciencia  en  el  ciberespacio  y


           conectar su frágil mente a la mayor amalgama de


           información jamás conocida: la Red.








                  Daniel  rascó  el  fondo  de  la  lata  hasta  que


           consiguió  desprender  un  grueso  terrón  de  café


           apelmazado.  Lo  aplastó  con  el  extremo  de  la



           cuchara  y  la  arenisca  negra  se  deshizo  con  un


           crujido.  Lo  repartió  entre  las  dos  tazas  que  había


           dispuesto junto al fregadero. Vertió agua hirviendo


           y removió la mezcla. Poco a poco, el agua se tiñó de


           tinta  y  el  característico  aroma  se  extendió  por  la


           sala.




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