Page 16 - EL CORAZON DE LA REVOLUCION
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Nadie acumulaba granos en su casa. El Estado los
guardaba en sus grandes silos cuando las cosechas eran
buenas. Así podrían subsistir en los años de escasez.
El faraón tenía sus consejeros, visires, escribas que lo
asesoraban e informaban permanentemente en todos los
asuntos de interés para el gobierno. También estaban los
grandes sacerdotes, los Hierofantes que le traían los
consejos más místicos, “la voz de los dioses”. Ellos hacían
sus profecías y recibían mensajes para orientar al Gran
Fará, sobre cómo llevar adelante su reinado.
Los altos funcionarios del gobierno, los visires, escribas,
arquitectos…eran una minoría que contaba con grandes
privilegios. A su vez, formaban “castas”, es decir, pasaban
el derecho de su cargo a sus hijos. Nadie que no fuese
hijo de un escriba podía ser escriba. Lo mismo ocurría
con los sacerdotes y con todas las “profesiones” de la
época. No existía la posibilidad de estudiar y obtener un
título demostrando conocimiento.
La religión egipcia siempre fue politeísta, salvo en una
corta etapa dentro de la Dinastía XVIII.
Los dioses mayores como Osiris, el dios de los muertos,
Isis y Hator diosas relacionadas al amor y la fertilidad;
Horus el halcón protector; Toth dios de la sabiduría; Ra,
el gran dios solar, etc., compartían el panteón con
infinidad de deidades menores. Había un dios para cada
necesidad.
Todo Egipto era un país organizado. Especialmente
los trabajos de siembra y cosecha debían ser llevados a
cabo con gran precisión.
Cuando el Nilo desbordaba, fertilizando las tierras, se
esperaba a que las aguas bajasen y enseguida empezaban
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