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Los sin nombre: 35 Ramsey Campbell
esforzándose en dirigirse a ella como una igual–. Desde
entonces he tenido más éxito. Me va bastante bien,
creo. Sin embargo, hasta ahora no he tenido a nadie con
quien compartirlo.
Cuando le apretó la mano, advirtió que Angela le
respondía. Sin embargo, el hecho de que Ted las
estuviera escuchando le hacía sentir que estaba
recurriendo a clichés y que, quizá, estaba siendo
desleal a su sueño secreto de compartir su vida con él
(quizá, también él había soñado lo mismo alguna vez).
Pero Ted no parecía estar escuchando; había centrado
toda su atención en la carretera.
A las cuatro y media cruzaron la tierra de los lagos
envueltos en una densa niebla. Ted había apagado la
radio y el único sonido era el zumbido del motor.
Cuando las rocosas laderas se disolvieron y una gris
suavidad rodeó el coche, Barbara sintió que las
abotargadas paredes de la casa se cerraban sobre ella.
Necesitaba dormir, eso era todo. Ahora que tenía a
Angela, ahora que Ted estaba allí para cuidar de ella,
podía dormir tranquila.
La niebla se fue disipando a medida que se
aproximaban a la intersección de Kendal. Ted pasó a
toda velocidad junto a varios autostopistas que
mostraban señales en las que ponía Glasgow. En su
mayoría eran adolescentes (Barbara se preguntó si la
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