Page 155 - iIndependencia 1849-1856.
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La mediación extranjera en las guerras dominicanas de independencia	  155

            compelida a restar hombres, en gran número, a sus actividades
            industriales, para poder estar lista para la defensa de los ataques
            de su irreconciliable enemigo, Haití, que cuenta con casi tres veces
            más población. Ninguna de las potencias americanas ha dado a
            esta hermana república el justo y político apoyo, de un amistoso
            reconocimiento, lo que la pone bajo la dependencia y buena volun-
            tad de Francia e Inglaterra, siquiera para tener el alivio temporal
            de la existencia de una tregua con Haití.2

    En junio de 1854, el secretario de Estado Marcy le confería a
Cazneau, una misión adicional:

                 Usted ha sido designado Comisionado ante la República
            Dominicana con plena autoridad otorgada por el Presidente, por
            este medio para concertar un tratado con esa nación.3

    Este era un nuevo elemento importante y que a los dominica-
nos les interesaba mucho, pues si este acuerdo se firmaba, el reco-
nocimiento por parte de una nación del continente americano,
garantizaba aún más la estabilidad del país y su posición frente a
los haitianos. Tras muchas negociaciones y con la oposición de los
cónsules de Francia y de Gran Bretaña, el tratado se firmó el 5 de
octubre. Aún después de firmado, su ratificación por el Congreso
dominicano se retardaba, debido igualmente a la presión de di-
chos cónsules.

    Cazneau explicaba a su gobierno el porqué de la oposición al
tratado, cuando le decía el 23 de noviembre de 1854:

                 El 7 de septiembre todos los artículos del tratado habían sido
            acordados, como tuve el honor de informárselo, sobre la base del
            <proyecto> original, incluyendo una estación carbonera, etc., para
            nuestros barcos, con la plena cooperación del Presidente Santana.

2	 A. Lockward, Documentos para la historia, pp. 220-221.
3	 Ibídem, p. 228.
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