Page 44 - iIndependencia 1849-1856.
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44	 Wenceslao Vega B.

    En 1852, de Puerto Rico también envió su Gobernador la si-
guiente opinión al Gobierno de Madrid, sobre el problema de no
tener un representante en Santo Domingo:

                 […] yo he comprendido los inconvenientes que pueden sobre-
            venir para las Colonias de nuestro mando respectivo, según el
            aspecto que tomen los negocios en la vecina Isla y las necesidades
            que tenemos de un buen agente secreto en ella de probada lealtad y
            digno de fe ya que no es posible sin estar reconocidos ni el Imperio
            de Haití ni la República Dominicana por nuestro Gobierno, el
            mantener cónsules que cuiden los intereses nacionales.7

    Básicamente, el interés de España en esos momentos era im-
pedir que los Estados Unidos establecieran una estación comer-
cial o militar en territorio dominicano, desde donde podían más
fácilmente preparar sus planes anexionistas sobre Cuba.

    El papel de la Gran Bretaña era distinto. No mostraba ape-
tencias territoriales. Ya tenía en el área muchas colonias. Tenía
un cónsul en Puerto Príncipe, el señor Ussher, quien informa-
ba a su Gobierno lo sucedido en la Isla. Gran Bretaña, inmersa
en su expansión imperial y comercial, lo que buscaba en el
Caribe era comercio libre y que otras potencias no se apodera-
ran de más territorios de los que ya tenían. Su papel lucía pues
el más imparcial, pero al mismo tiempo por ser la potencia más
poderosa, su influencia en los acontecimientos fue mayor que
las demás. En 1849, una misión dominicana arribó a Londres
y fue recibida por altos funcionarios de la Foreign Office. El
propio canciller y futuro primer ministro, Lord Palmerston,
tomó interés en la nueva situación creada en la isla de Santo
Domingo, manteniendo correspondencia con ellos. Tan es
así, que mientras la misión dominicana negociaba, la reina
Victoria designó a un distinguido geógrafo y explorador Sir
Robert Schomburgk, como su cónsul en Santo Domingo y

7	 E. Rodríguez Demorizi, Relaciones domínico-españolas, p. 128.
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