Page 69 - iIndependencia 1849-1856.
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La mediación extranjera en las guerras dominicanas de independencia 69
Además, aprovecharon al cónsul Saint Denis, para negociar con
los haitianos un canje de prisioneros. Así, el presidente Santana le
pedía a dicho Cónsul que le comunicara a su gobierno que:
La suerte de la guerra ha puesto en nuestras manos un nú-
mero aproximativo de 25 prisioneros que ya, por el Norte ó por
el Sur, han caído en las manos de nuestros guerreros, los cuales
son tratados con la mayor humanidad, aunque sabemos que los
Haitianos no dan la misma acogida a los nuestros, y que han
cometido algunos actos desconocidos por el derecho de la guerra
entre pueblos cultos. Sin embargo, como puede suceder que algunos
dominicanos giman bajo el poder de aquel gobierno, desearíamos
que V. S., emplease su mediación, por medio de los agentes del
Gobierno de S. M., el Rey de los Franceses en Haití, para ofrecerles
un canje en obsequio de la humanidad. Si esta proposición es acep-
table y se el Gobierno Haitiano quisiere confiar nuestros prisioneros
á un Buque francés, nosotros entregaremos inmediatamente, y en
número igual los suyos, y satisfaríamos cualesquiera gasto que se
haga en la conducción de los nuestros.6
Vemos que en la propuesta anterior, los dominicanos, cambiaron
el concepto de participación en la deuda haitiana, en una «com-
pensación pecuniaria» como contrapartida por el reconocimiento
y la protección francesa. Sin embargo, este punto no fue objeto de
mayores consideraciones en el futuro y no se discutió más.
Como en esos primeros dos años de la vida independiente
dominicana, Francia era la única potencia que tenía un repre-
sentante oficial en Santo Domingo, era con este que se podía
hablar, negociar y firmar acuerdos. De ahí la importancia que los
dominicanos dieron a la participación francesa en la solución de
sus problemas en los años, desde el 1844 al 1848.
Precisamente, fue en el 1848 que los dominicanos enviaron
a Europa una misión en búsqueda de reconocimiento y de
6 E. Rodríguez Demorizi, Correspondencia del cónsul, tomo I, p. 264.

