Page 76 - iIndependencia 1849-1856.
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76	 Wenceslao Vega B.

    Por lo tanto, los británicos querían un tratamiento igual,
máxime debido a que había en Santo Domingo pequeños grupos
de familias protestantes, oriundas de las Antillas Británicas. Su
pedido fue concedido y al proyecto se le incluyó la cláusula solici-
tada por los ingleses, y aparece en el Art. 8 que rezaba:

                 Art. 8º. Los Súbditos de S. M. Británica residentes en la
            República Dominicana, no serán inquietados, perseguidos ni
            molestados por razón de su religión; mas gozarán de una perfecta
            libertad de conciencia ene ella y en el ejercicio de sus creencias, ya
            dentro de sus propias casas o en sus capillas particulares. También
            será permitido enterrar a los súbditos de S. M. Británica que
            murieren en el territorio de dicha República, en sus cementerios,
            que podrán del mismo modo, libremente establecer y entretener. Así
            mismo los ciudadanos de la República Dominicana gozarán en los
            dominios de S. M. Británica, de una perfecta e ilimitada libertad
            de conciencia y del ejercicio de su religión pública o privadamente,
            en las casas de su morada, o en las capillas y sitios de culto desti-
            nados para el dicho fin.18

    La política británica en torno a la independencia dominicana
fue constante, como veremos más adelante, y Gran Bretaña fue
la potencia que más esfuerzos desplegó en pro de mantenerla en
esos años y en lograr la tregua en la guerra domínico-haitiana. No
tenía ambiciones territoriales, a pesar de que los cónsules de las
otras naciones, especialmente el francés, la acusaba de ello, como
se verá más adelante.

    Durante los primeros años de la estadía del cónsul Schomburgk
en Santo Domingo, se siguieron las negociaciones para el tratado
domínico-británico, y como vimos, fue finalmente suscrito el 6 de
marzo de 1850. Este tratado sí fue ratificado por ambas naciones,
por lo que se convirtió en el primer tratado internacional de la
República Dominicana que entró en vigencia, lo que le dio mucha

18	 Colección de Leyes, tomo II, p. 258.
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