Page 158 - La muerte de Artemio Cruz
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nubes, el plano ondulante de la tierra y el ascenso vertical del cielo... Te sentirás mejor..
ordenado y distante... No te sabrás sobre un suelo nuevo, emergido del mar en las
últimas horas, apenas, para estrellar cordillera contra cordillera y arrugarse como un
pergamino apretado por la mano poderosa de la tercera época... Te sentirás alto sobre la
montaña, perpendicular al campo, paralelo a la línea del horizonte... Y te sentirás en la
noche, en el ángulo perdido del sol: en el tiempo... Allá lejos, ¿están esas
constelaciones, como parecen al ojo desnudo, una al lado de la otra, o las separa un
tiempo incontable?... Girará otro planeta sobre tu cabeza y el tiempo del planeta será
idéntico a sí mismo: la rotación oscura y lejana quizás se consuma en ese instante, único
día del único año, medida mercurial, separado para siempre de los días de tus años...
Aquél ahora no será el tuyo, como no lo será el presente de las estrellas que volverás a
contemplar, adivinando la luz pasada de un tiempo ajeno, acaso muerto... La luz que
verán tus ojos será sólo el espectro de la luz que inició su viaje hace varios años, varios
siglos tuyos: ¿seguirá viniendo esa estrella?... Vivirá mientras tus ojos la vean... Y sólo
sabrás que ya estaba muerta mientras la mirabas, la noche futura en que termine de
llegar a tus mismos ojos —si aún existe— la luz que realmente brotó, en el ahora de la
estrella, cuando tus ojos contemplaban la luz antigua y creían bautizarla con la mirada...
Muerto en su origen lo que estará vivo en tus sentidos... Perdido, calcinado, el manantial
de luz que seguirá viajando, ya sin origen, hacia los ojos de un muchacho en una noche
de otro tiempo... De otro tiempo... Tiempo que se llenará de vida, de actos, de ideas,
pero que jamás será un flujo inexorable entre el primer hito del pasado y el último del
porvenir... Tiempo que sólo existirá en la reconstrucción de la memoria aislada, en el
vuelo del deseo aislado, perdido una vez que la oportunidad de vivir se agote, encarnado
en este ser singular que eres tú, un niño, ya un viejo moribundo, que ligas en una
ceremonia misteriosa, esta noche, a los pequeños insectos que se encaraman por las
rocas de la vertiente y a los inmensos astros que giran en silencio sobre el fondo infinito
del espacio... Nada sucederá en el minuto sin ruido de la tierra, el firmamento y tú...
Todo existirá, se moverá, se separará, en un río de cambio que en ese instante lo
disolverá, envejecerá y corromperá todo, sin que se levante una voz de alarma... El sol
se está quemando vivo, el fierro se está derrumbando en polvo, la energía sin rumbo se
está disipando en el espacio, las masas se están gastando en la radiación, la tierra se está
enfriando de muerte... Y tú esperarás a un mulato y a una bestia para cruzar la montaña
y empezar a vivir, llenar el tiempo, ejecutar los pasos y ademanes de un juego macabro
en el que la vida avanzará al mismo tiempo que la vida muera; de una danza de locura
en la que el tiempo devorará al tiempo y nadie podrá detener, vivo, el curso irreversible
de la desaparición... El niño, la tierra, el universo: en los tres, algún día, no habrá ni luz,
ni calor, ni vida... Habrá sólo la unidad total, olvidada, sin nombre y sin hombre que la
nombre: fundidos espacio y tiempo, materia y energía... Y todas las cosas tendrán el
mismo nombre... Ninguno... Pero todavía no... Todavía nacen los hombres... Todavía
escucharás el aoooo prolongado de Lunero y el sonido de las herraduras sobre la roca...
Todavía te latirá el corazón con un ritmo acelerado, consciente al fin de que a partir de
hoy la aventura desconocida empieza, el mundo se abre y te ofrece su tiempo... Tú
existes... Tú estás de pie en la montaña... Tú contestas con un silbido la entonación de
Lunero... Vas a vivir... Vas a ser el punto de encuentro y la razón del orden universal...
Tiene una razón tu cuerpo... Tiene una razón tu vida... Eres, serás, fuiste el universo
encamado... Para ti se encenderán las galaxias y se incendiará el sol... Para que tú ames
y vivas y seas... Para que tú encuentres el secreto y mueras sin poder participarlo,
porque sólo lo poseerás cuando tus ojos se cierren para siempre... Tú, de pie, Cruz, trece
años, al filo de la vida... Tú, ojos verdes, brazos delgados, pelo cobreado por el sol... Tú,
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