Page 66 - La muerte de Artemio Cruz
P. 66
—Que como que sí y como que no al mismo tiempo...
—Yo digo enteros, como machos, con éste o con el otro...
—Despierte, mi general, que está clareando.
—¿Entonces?
—Pues... ahí queda la cosa. Cada uno sabe para dónde jala.
—Pues... quién sabe.
—Yo diría.
—¿De plano crees que no sale adelante nuestro caudillo?
—Se me hace, se me hace...
—¿Qué?
—No, nada más se me hace.
—¿Y tú, por fin?
—Pues se me empieza a hacer también...
—Nada más que a la hora de la verdad ni se acuerden de que hoy platicamos.
—¿Quién se va a andar acordando de nada?
—Yo digo, por si las dudas.
—Tú cállate. Tráenos algo, ándale.
—Las cochinas dudas, monsiú.
—Entonces, ¿nada de jalar juntos?
—Juntos sí, nomás que cada chivito por su caminito...
—...que al fin la bellota de encino la sigan repartiendo donde siempre...
—Allí mismito. Eso sí.
—¿Usted no va a comer, mi general Jiménez?
—Cada quien sabe su cuento.
—Ahora, que si alguien afloja la lengua...
—Pero, ¿en qué piensas, mi hermano? ¿No somos todos hermanos aquí?
—Yo diría que sí, pero luego uno se acuerda de la mamacita que nos parió y,
francamente, empiezan las dudas...
—Las cochinas dudas, como dice la Saturno...
—Las cochinísimas, mi coronel Gavilán.
—Y uno nomás se acuerda.
—Uno va y decide solito, y ya estuvo.
—Pero uno quiere salvar el pellejo, ¿eh?
—Con honor, señor diputado, con honor siempre.
—Con honor, mi general, no faltaba más.
—Entonces...
—Aquí no ha pasado nada.
—Nada, nadita, nada.
—¿Pero de veras se va a llevar la rechimuela a nuestro mero jefe?
—Cuál, ¿el de antes o el de ahora?
—El de antes, el de antes...
Chicago, Chicago, that toddlin' town: la Saturno levantó la aguja del fonógrafo y
palmeó las manos: —Hijitas, hijitas, en orden..., mientras él se colocó el carrete y apartó
las cortinas, riendo, y sólo las vio de soslayo, reflejadas en el espejo manchado de esa
sala, morenas pero polveadas y encremadas, los lunares postizos dibujados sobre las
mejillas, sobre los pechos, junto a los labios, las zapatillas de raso y charol, las faldas
cortas, los párpados azulosos y la mano del Cerbero endomingado polveado también: —
¿Mi regalito, señor?
E-book descargado desde http://mxgo.net Visitanos y baja miles de e-books Gratis /Página 66

