Page 6 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
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               William Shakespeare                    donde los libros son gratis

               elementos que ennoblecen el espíritu humano, está aquí justificada por
               la deducción más rigurosa y justiciera. Basta haber visto un cuadro de
               Rubens de la buena manera, una de aquellas telas irradiantes de luz
               esplendorosa arrojada a raudales, sin medida, como saliendo a
               borbotones de la inagotable fuente, para forjarse, en un instante, una
               idea lógica de la vida y los gustos del incomparable artista. El que así
               derrocha sus fuerzas, el que se da todo entero a la obra del momento,
               debe haber concebido la existencia con extraordinaria amplitud,
               haberse rodeado de todas las cosas que embellecen la vida,
               frecuentado los grandes de la tierra y mezcládose al movimiento
               activo de su tiempo. Y en efecto, tal fue la vida de Rubens. En cambio,
               la manera exigua, parsimoniosa, paciente y concienzuda de un
               holandés, nos refleja, como en un diorama, la apacible existencia del
               artista, su trabajo tenaz, sus reposos del domingo en los suburbios, su
               hogar tranquilo y numeroso, su dulce y apagada existencia.
                   La conexión profunda de la obra de arte, cuando es de orden
               superior, con la naturaleza moral que la produce, da cierta legitimidad
               positiva a esa deducción. Aplicada a Shakespeare y a su obra, hace
               resaltar del primer golpe un organismo esencialmente intelectual,
               viviendo dentro de sí mismo con tal intensidad, que los fenómenos de
               la vida objetiva desaparecen por completo sin dejar rastros de su
               influencia. La rapidez con que Shakespeare producía, paseando su
               espíritu por los ámbitos todos que la inteligencia y la imaginación de
               los hombres han alcanzado, no basta para explicar que el poeta tuviera
               tiempo sobrado para entregarse a las preocupaciones vulgares de la
               vida corriente. Me lo represento silencioso, humilde, de aspecto débil
               y simpático, con unos grandes ojos luminosos, transparentando el
               mundo de sueños que era su región normal, inclinado durante el día
               sobre una mesa de trabajo, por la noche en su teatro, entregando por
               completo la gestión económica de la empresa a su socio de ocasión,
               querido y respetado por todos, arreglando las ásperas querellas de sus
               compañeros, buscado por los grandes señores, deferente y agradecido

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