Page 39 - El avaro - Molière - Ciudad Seva
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El avaro - Molière - Ciudad Seva                                       http://www.ciudadseva.com/textos/teatro/moliere/avaro.htm



                  os da ese afecto que os tiene. Desplegad, sin reserva, las gracias elocuentes, los encantos
                  todopoderosos que el Cielo ha puesto en vuestros ojos y en vuestra boca, y no olvidéis,
                  por favor, ninguna de esas tiernas palabras, de esas dulces súplicas, de esas caricias
                  conmovedoras a las que estoy seguro que no podría negarse nada.

                  MARIANA. Haré todo cuanto pueda, y nada olvidaré.




                                                       ESCENA II

                               HARPAGÓN, CLEANTO, MARIANA, ELISA y FROSINA

                  HARPAGÓN. (Aparte, sin que le vean.) ¡Cómo! Mi hijo besa la mano de su presunta
                  madrastra, ¡y su presunta madrastra lo tolera sin demasiada repulsa! ¿Habrá algún
                  misterio en esto?

                  ELISA. Aquí está mi padre.

                  HARPAGÓN. La carroza está dispuesta; podéis partir cuando queráis.


                  CLEANTO. Puesto que vos no vais, padre mío, las acompañaré yo.

                  HARPAGÓN. No; quedaos. Irán ellas solas; os necesito.



                                                      ESCENA III

                                               HARPAGÓN y CLEANTO

                  HARPAGÓN. Veamos; interés de madrastra aparte, ¿qué te parece a ti esa persona?


                  CLEANTO. ¿Qué me parece?

                  HARPAGÓN. Sí; su aire, su talle, su belleza, su ingenio...

                  CLEANTO. Así, así...

                  HARPAGÓN. ¿Y qué más?


                  CLEANTO. Hablándoos con franqueza, no me ha parecido aquí lo que había creído. Su
                  aire es el de una indudable coqueta, su talle bastante basto, su belleza muy mediana y su
                  ingenio de lo más vulgar. No creáis, padre mío, que lo digo para apartaros de ella, pues,
                  madrastra por madrastra, tanto se me da ésta como otra.

                  HARPAGÓN. Sin embargo, hace poco le decías...


                  CLEANTO. Le he dicho unas cuantas galanterías en vuestro nombre; mas era por
                  agradaros.


                  HARPAGÓN. ¿No sientes, entonces, inclinación hacia ella?

                  CLEANTO. ¿Yo? En absoluto.

                  HARPAGÓN. Eso me disgusta, pues echa por tierra una idea que se me había ocurrido.
                  Contemplándola así, he reflexionado sobre mi edad, y he pensado que podrían murmurar






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