Page 62 - 13 EL MERCADER DE VENECIA--WILLIAM SHAKESPEARE
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pared, y mi honor no podía permitir que la ingratitud lo manchase
                             hasta ese punto. Perdonadme, excelente dama; pues juro por esas
                             luminarias sagradas de la noche que, si hubieseis estado allí vos
                             misma, me habríais pedido, estoy seguro de ello, que diera el anillo
                             a ese digno doctor.
                             PORCIA.-  Que no venga jamás ese doctor a mi casa; porque, ya que ha
                             obtenido la joya que yo estimaba y que por mí jurasteis guardar, me
                             mostraré tan liberal como vos y no le negaré nada de lo que poseo;
                             no, nada, ni mi propio cuerpo, ni el lecho de mi marido. Le
                             reconoceré, estoy muy segura de ello. No os acostéis fuera de casa
                             ni una sola noche, guardadme como Argos; pues si no lo hacéis, si me
                             dejáis sola, por mi honor, que todavía es propiedad mía, tomaré a
                             ese doctor por compañero de lecho.
                             NERISSA.-  Y yo a su escribiente. Por tanto, poned mucha atención en
                             no abandonarme a mi propia guarda.
                             GRACIANO.-  Bien, obrad así; y que no encuentre yo al joven
                             escribiente, porque si doy con él, le romperé la pluma.
                             ANTONIO.-  Soy la desgraciada causa de todas esas querellas.
                             PORCIA.-  No os preocupéis, señor; sois, no obstante, bien venido.
                             BASSANIO.-  Porcia, perdóname esta falta, a la que he sido forzado;
                             te lo juro ante estos numerosos amigos, te lo juro por tus hermosos
                             ojos, en que me contemplo...
                             PORCIA.-  Fijaos un poco. Se ve doble en mis dos ojos. Un Bassanio
                             en cada ojo; jurad por vuestro doble yo; he aquí un juramento que se
                             podrá creer.
                             BASSANIO.-  ¡Oh!, ten la bondad de escucharme... Perdona esta falta
                             y juro por mi alma que jamás faltaré a un juramento que te haya
                             hecho.
                             ANTONIO.-  Interesado por su suerte presté una vez mi cuerpo, que
                             habría salido malparado sin el que ha conseguido el anillo de
                             vuestro esposo. Me atrevo de nuevo a comprometerme, y esta vez mi
                             alma servirá de prenda, que vuestro señor no romperá nunca más
                             voluntariamente su promesa.
                             PORCIA.-  Entonces seréis su fiador. Dadle este anillo y
                             recomendadle que lo guarde mejor que el otro.
                             BASSANIO.-  ¡Por el cielo! ¡Es el mismo que di al doctor!
                             PORCIA.-  Lo he obtenido de él; perdonadme, Bassanio, pues mediante
                             este anillo el doctor me hizo suya.
                             NERISSA.-  Y perdonadme, mi gentil Graciano, pues ese mismo
                             mozalbete achaparrado, el escribiente del doctor, mediante este
                             anillo, durmió conmigo la noche última.
                             GRACIANO.-  ¡Cómo! Eso se parece a las reparaciones que se hacen en
                             verano en los caminos reales, hallándose las rutas bastante buenas.
                             ¿Que somos cornudos antes de haberlo merecido?
                             PORCIA.-  No habléis tan groseramente. Todos estáis extrañados. Aquí
                             está esta carta. Leedla con detenimiento. Viene de Padua, de
                             Belario; leeréis en ella que Porcia era el doctor y Nerissa, aquí
                             presente, su escribano. Lorenzo será testigo de que he partido al
                             tiempo que vos y que acabo de regresar. Todavía no he entrado en
                             casa. Antonio, sed bien venido. Tengo reservadas para vos noticias
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