Page 60 - 13 EL MERCADER DE VENECIA--WILLIAM SHAKESPEARE
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regresado?
                             LORENZO.-  Todavía no, señora; pero ha venido un mensajero para
                             anunciar su llegada.
                             PORCIA.-  Entra, Nerissa; ordena a los criados que no hagan nada que
                             pueda revelar que hemos estado ausentes. Quedaos vos, Lorenzo, y vos
                             también, Jessica.


                             (Se oye un toque de trompeta.)

                             LORENZO.-  Vuestro marido está para llegar. Oigo la trompeta. No
                             somos indiscretos, señora. No tengáis ningún temor de nosotros.
                             PORCIA.-  Parece como si esta noche no fuera sino el pleno día
                             enfermo. Solamente que está un poco más pálida. Es un día semejante
                             a los días en que el sol se oculta.


                             (Entran BASSANIO, GRACIANO, ANTONIO y sus acompañantes.)

                             BASSANIO.-   (A PORCIA.)  Tendríamos el sol al mismo tiempo que los
                             antípodas, si os paseaseis habitualmente en la ausencia del sol.
                             PORCIA.-  Admitido que yo brille, con tal que no sea ligera como esa
                             luz; porque una mujer ligera hace insoportable a su esposo, y no
                             quiero que Bassanio sea para mí nada parecido. Pero ¡Dios sobre
                             todo! Bien venido seáis, dueño mío.
                             BASSANIO.-  Os doy las gracias, señora. Desead la bienvenida a mi
                             amigo; este es el hombre, este es Antonio, a quien estoy tan
                             infinitamente obligado.
                             PORCIA.-  Debéis en todos los sentidos estarle muy obligado; pues,
                             por lo que sé, se había comprometido extremadamente por vos.
                             ANTONIO.-  Obligación que no excede al pago que he recibido por
                 ella.
                             PORCIA.-  Señor, sois muy bien venido a mi casa; os lo mostraré
                             mejor que con palabras. Por eso abrevio las frases de cortesía.
                             GRACIANO.-   (A NERISSA.)  Por la luna que allí veis os juro que me
                             juzgáis mal. A fe mía, que lo he dado al amanuense del juez.
                             Quisiera que el que lo tiene quedara castrado, puesto que tomáis la
                             cosa tan a pecho, amor mío.
                             PORCIA.-  ¿Una riña ya? ¿Cuál es la causa?
                             GRACIANO.-  Un aro de oro, un anillo insignificante que me dio, cuya
                             cifra, dirigiéndose a todo el mundo, como las divisas que los
                             cuchilleros graban sobre sus cuchillos, decía: «Ámame y no me
                             abandones».
                             NERISSA.-  ¿A qué viene hablar de su cifra o de su valor? Me
                             jurasteis, cuando os lo di, que lo llevaríais hasta la hora de
                             vuestra muerte, y que lo guardaríais con vos hasta la tumba.
                             Debisteis, si no por mí, al menos por la vehemencia de vuestros
                             juramentos, ser un poco menos olvidadizo y conservar ese anillo.
                             ¡Darlo al amanuense de un juez! ¡No, que el cielo me valga! Ya sé
                             que el escribiente a quien lo habéis dado no llevará nunca pelo en
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