Page 163 - Los Humanoides - Jack Willianson
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mantenía con vida a los dos en aquel mundo muerto,
sin calor ni atmósfera. La niña hizo un gesto negativo.
Entonces olvidó todo y la alzó en sus brazos,
tratando de tranquilizarla. La pierna herida no pudo
resistir el peso de la criatura y Claypool cayó de
rodillas. No podía hacer otra cosa.
Aurora extendió débilmente un brazo hacia las
colinas y murmuró:
—¡La puerta! ¡Allí...
Volviéndose penosamente sobre sus rodillas,
Claypool vio un débil resplandor sobre una de las bajas
colinas. Haciendo un esfuerzo, logró delinear los
límites transparentes de la cúpula que cubría aquella
luminosidad.
Temiendo que se tratara de una ilusión de sus
sentidos, con un esfuerzo tremendo el astrónomo se.
dirigió hacia allí, cargando a la helada niña.
—¡Por favor! —sollozó Aurora débilmente—. ¡Por
favor, apúrese!
Trabajosamente, cargando a duras penas el escaso
peso de la criatura, Claypool se arrastró hacia aquella
cúpula y por fin llegó hasta un umbral metálico,
cerrado por una puerta plástica.
Sus manos empujaron el botón que parecía servir
de picaporte, y la puerta se abrió— Tambaleándose,
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