Page 272 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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Reduzco la potencia y me deslizo por la
ladera sur de Grand Mesa con las copas de los
álamos a pocos pies del vientre del avión.
Todavía verdes, los troncos pálidos aún
deslumbrantes, los helechos a sus pies una
moqueta tupida, sin duda un refugio para los
ciervos. Paso zumbando sobre un acantilado. Y
se abre el valle: una ribera verde con dos altas
montañas al fondo, separadas por un hondo
collado. Huertos, filas ordenadas de árboles
copudos en las dos orillas del río. También
viñedos. Altos álamos que señalan el curso de la
corriente en su giro hacia el oeste. Al oeste,
donde el río se adentra en un desierto de
matorral seco, veo las vías del tren, los cerros
achatados y la alta mole de la Meseta, de un tono
morado tras la bruma matutina. Y el pueblo, unas
cuantas casas apiñadas entre el río y la colina
con la gran P blanca de piedra.
Venía a comprar al pueblo: provisiones,
munición, comida para perro. Esperaba siete
minutos en el cruce mientras el tren del carbón
pasaba traqueteando. Una vez lo cronometré,
lamentándome porque se me iba el día. Miré al
asiento de Jasper.
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