Page 311 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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sol,  dejándoles  tiempo  para  reflexionar,  él  no


              había  tenido  más  remedio  que  quedarse  allí


              oculto  entre  las  espadañas,  lleno  de  rabia  y  de


              miedo  también  —por  su  vida,  por  su  chica—,  y


              pensando: Voy a matar a ese listillo de mierda. A


              la menor oportunidad. Se cree muy seductor, ya


              veremos  si  lo  es  tanto  cuando  lo  obligue  a


              contemplar sus huevos asándose al fuego.




                     Algo por el estilo.




                     Seguí andando. Pese a todo. Con el vello del


              cogote erizado.




                     Cuando  llegué  al  arroyo  seguí  cuesta  abajo



              por un sendero cómodo y paralelo a la orilla. La


              hierba estaba alta, poblada de diminutos ásteres


              blancos  que  parecían  margaritas,  de  castillejas.


              Fresas  silvestres,  campanitas.  Enormes  pinos


              ponderosa, el olor de la piedra fría y húmeda y la


              vainilla. Polillas blancas volando unas en torno a


              las        otras          sobre            la       franja           de        guijarros.



              Apareándose. El tema de las primeras citas había


              pasado a la historia. El corazón se me salía por la


              boca, pero no era por eso.




                     Al ver a las polillas, primero tres y luego dos,


              revolotear  entre  la  sombra  y  el  sol  pensé:  Hig,






                                                                                                           311
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