Page 371 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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cogió el tranquillo a los pedales —no como yo,
que la primera vez casi me empotré en un
almacén—, y cuando despegaron ya se había
hecho con el avión y enseguida se alejaron de
Kalispell. Hizo todo lo que Billy le decía, con una
tranquilidad pasmosa, extraña. Al fin y al cabo,
me dijo, ¿cómo iba a impresionarme después de
subir y bajar pendientes de cuarenta grados entre
los alaridos de una sierra despiadada y con mil
toneladas de madera cayendo alrededor? Tuve
una sensación de calma, dijo. Una calma
misteriosa, casi divina. No fueron sus palabras
exactas. Hig, me dijo, fue como entrar en una
fotografía, uno de esos paisajes tan bonitos, todo
en calma y en silencio, como nos gustaría que
fuese el mundo. Lo que trataba de describir era
esa separación, ese desapego que se
experimenta al volar. Como si el mundo fuese
perfecto como la maqueta de un tren y no pudiera
pasarte nada malo.
Es justamente lo que yo siento.
Sí. Dave se enamoró en ese instante. Se
volvió loco. A mí me pasó casi lo mismo, con la
diferencia de que él tenía un talento innato para
volar y yo no.
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