Page 32 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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esas  secciones  de  la  nave  podían  ser  descompiladas  y

              reconstruidas entre  viajes.  Para  lord  Finkle‐McGraw,

              sus tres hijos y sus esposas, y Elizabeth (su primera y


              única nieta hasta ahora), la nave aérea hizo descender una

              escalera mecánica privada que los llevó directamente a la

              suite en la misma proa, con una vista de casi 180 grados.




                 A popa de los Finkle‐McGraw había más o menos una


              docena  de  otros  Lores  Accionistas,  simples  condes  y

              barones, que en su mayoría guiaban más que sus hijos a

              sus  nietos  a  las  suites  de  clase  B.  Luego  venían  los


              ejecutivos, cuyas cadenas de reloj de oro, de las que colga‐

              ban pequeñas cajas e‐mail, teléfonos, lámparas, cajas de


              rapé, y otros fetiches, formaban curvas sobre los chalecos

              oscuros  que  llevaban  para  disimular  la  barriga.  La

              mayoría de los niños había alcanzado la edad en la que


              ya sólo los querían de forma natural sus propios padres;

              el tamaño en el que su energía era más una amenaza que

              un milagro; y el nivel de inteligencia que hubiese sido


              considerado  inocencia  en  un  niño  más  pequeño  era

              exasperante descortesía. Una abeja que vuela en busca de

              néctar es hermosa a pesar de la amenaza implícita, pero


              el mismo comportamiento en un avispón tres veces más

              grande  hace  que  uno  busque  algún  material  para


              aplastarlo. Por tanto, en las anchas escaleras mecánicas

              que llevaban  a los  camarotes de primera  clase,  podían


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