Page 287 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
P. 287
15
Isaac no pudo persuadir a Yagharek para que se
quedara en el almacén. El garuda se negaba a explicar
sus objeciones. Simplemente desapareció en la noche,
un despojo proscrito pese a su orgullo, para dormir en
alguna zanja, alguna chimenea, alguna ruina. Ni
siquiera aceptó su comida. Isaac se quedó en la puerta
de la nave, viéndolo alejarse. La capa oscura del garuda
se ceñía al armazón de madera, a las alas falsas.
Isaac cerró la puerta, regresó a su pasarela y observó
las luces deslizarse por el Cancro. Reposó la cabeza
sobre los puños y escuchó el tic tac del reloj. Los
sonidos salvajes de la Nueva Crobuzon nocturna se
abrían paso, embaucando a los muros. Oyó la música
melancólica de las máquinas, los barcos y las fábricas.
En la planta baja, el constructo de David y Lublamai
parecía cloquear suavemente al ritmo del reloj.
Recogió sus esquemas de la pared. Algunos que creía
buenos los guardó en su grueso portafolio. Muchos los
valoró con ojo crítico y los tiró. Se tumbó sobre su
prominente barriga, rebuscó debajo de la cama y sacó
un polvoriento abaco y una regla de cálculo.
Lo que necesito, pensó, es ir a la universidad y liberar una
de sus máquinas diferenciales. No sería fácil. La seguridad
de aquellos artefactos era neurótica. Isaac comprendió
de repente que tendría la ocasión de revisar los
287

