Page 287 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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                Isaac  no  pudo  persuadir  a  Yagharek  para  que  se

            quedara en el almacén. El garuda se negaba a explicar


            sus objeciones. Simplemente desapareció en la noche,

            un despojo proscrito pese a su orgullo, para dormir en

            alguna  zanja,  alguna  chimenea,  alguna  ruina.  Ni


            siquiera aceptó su comida. Isaac se quedó en la puerta

            de la nave, viéndolo alejarse. La capa oscura del garuda


            se ceñía al armazón de madera, a las alas falsas.

                Isaac cerró la puerta, regresó a su pasarela y observó

            las  luces  deslizarse  por  el  Cancro.  Reposó  la  cabeza


            sobre  los  puños  y  escuchó  el  tic  tac  del  reloj.  Los

            sonidos  salvajes  de  la  Nueva  Crobuzon  nocturna  se


            abrían paso, embaucando a los muros. Oyó la música

            melancólica de las máquinas, los barcos y las fábricas.

                En la planta baja, el constructo de David y Lublamai


            parecía cloquear suavemente al ritmo del reloj.

                Recogió sus esquemas de la pared. Algunos que creía

            buenos los guardó en su grueso portafolio. Muchos los


            valoró  con  ojo  crítico  y  los  tiró.  Se  tumbó  sobre  su

            prominente barriga, rebuscó debajo de la cama y sacó

            un polvoriento abaco y una regla de cálculo.


                Lo que necesito, pensó, es ir a la universidad y liberar una

            de sus máquinas diferenciales. No sería fácil. La seguridad


            de aquellos artefactos era neurótica. Isaac comprendió

            de  repente  que  tendría  la  ocasión  de  revisar  los




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