Page 328 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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vieron su piel de humus desollada por el aire y el agua en
unos meros diez mil años. Eran feos y aterradores, como
siempre son las entrañas, los promontorios rocosos, los
peñascos.
Recorrí la senda del río sin bautizar entre las duras colinas
escarpadas; en días se convertiría en el Alquitrán. Podía
verlas gélidas cumbres de las montañas de verdad, kilómetros
al oeste, colosos de roca y nieve que se encabritaban
imperiosos sobre las puntas de los conos de desmoronamiento
y el liquen, al volcarse esas cumbres menores sobre mí.
A veces pensaba que las rocas adoptaban la forma de
figuras amenazadoras, con garras y colmillos y cabezas como
garrotes o manos. Gigantes petrificados; inmóviles deidades
de piedra; errores del observador o azarosas esculturas
eólicas.
Fui visto. Las cabras y ovejas vertían su desprecio sobre
mi tambaleo. Los pájaros de presa chillaban su desgaire. A
veces pasé junto a pastores que me miraban suspicaces,
rudos.
Por la noche había formas aún más oscuras. Bajo las aguas
hay vigilantes mucho más fríos.
Los dientes de roca rompían la tierra tan lenta y
tímidamente que caminé por aquel valle excavado durante
varias horas antes de saberlo. Antes de todo ello hubo días y
días de pradera y matorral.
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