Page 332 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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estábamos navegando. No podía pasear por la cubierta. Me
sentiría más confinado en el exterior, bajo aquel infinito cielo
oceánico, que en cualquiera de los sofocantes días dentro de
aquel hediondo camarote. Me escondí de las gaviotas, de los
pigargos y de los albatros. Permanecí cerca del piélago, tras
la puerta cerrada, detrás de los enterados.
Y ante las aguas, cuando yo aún ardía por la furia, cuando
mis cicatrices seguían sangrando, se alzaba Shankell, la
ciudad de los cactos. La ciudad de los muchos nombres. La
Joya del Sol. Oasis. Borridor. Salado. La Ciudadela
Sacacorchos. El Solarium. Shankell, donde luché y luché en
los pozos de carne y las celdas de ganchos, arrancando la piel
y viendo la mía arrancada, ganando más de lo que perdía,
vagando por la noche como un gallo de pelea y atesorando
monedas durante el día. Hasta que combatía aquel príncipe
bárbaro que quería hacerse un yelmo con mi cráneo de garuda
y vencí, contra todo pronóstico, aunque yo mismo terminara
sangrando más allá de lo que parecía posible. Sujetando los
intestinos con una mano, le arranqué la garganta con la otra.
Gané su oro y a sus seguidores, a los que liberé. Pagué mi
recuperación y compré un pasaje en un barco mercante.
Recorrí todo el continente para volver a estar entero.
El desierto vino conmigo.
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