Page 508 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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mostró una desagradable parodia de movimiento y se

            arrastró sobre el suelo irregular abriendo y cerrando la

            mandíbula.


                En  menos  de  medio  minuto,  el  último  vestigio  de

            energía desapareció. Sus ojos de cristal vibraron hasta

            detenerse. Se quedó quieto.


                Una sombra pasó sobre aquel ser muerto mientras la

            nave aérea, ahita con sus tropas, se alejaba lentamente


            de  la  Perrera,  pasando  sobre  las  últimas  sórdidas  y

            brutales batallas en los muelles, sobre el Parlamento y

            sobre la enormidad de la ciudad, hacia la estación de la


            calle Perdido y las salas de interrogatorios de la Espiga.




                Al principio me sentí enfermo por estar a su alrededor,

            alrededor de todos aquellos hombres, de sus rápidas, pesadas,

            apestosas respiraciones, de su ansiedad rezumó a través de su


            piel  como  el  vinagre.  Quería  volver  a  sentir  el  frío,  la

            oscuridad bajo las vías del tren, donde formas de vida más

            duras luchan, combaten y mueren o son devoradas. Hay un


            cierto bienestar en esa brutal simplicidad.

                Pero esta no es mi tierra y no puedo elegir. He tratado de

            contenerme. He bregado con la alienígena jurisprudencia de


            esta ciudad, con todas sus divisiones y sus verjas, con líneas

            que  separan  esto  de  lo  otro  y  lo  tuyo  de  lo  mío.  Me  he


            amoldado a ello. He buscado la comodidad y la protección

            poseyéndome, siendo mi única, aislada y privada propiedad




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